por Mundo Dinero

En el mercado se analizan tres caminos que podría tomar el Gobierno de Alberto Fernández de concretarse un acuerdo con el FMI.
El desdoblamiento es una medida de corto plazo, no permanente, que permite, ante la escasez de recursos, empezar a ordenar los desajustes de la economía. Según el economista Orlando Ferreres “la forma de implementar este desdoblamiento es a través de un dólar financiero en $160, un poco por debajo del dólar Mep actual, y un dólar comercial de $120, un poco por arriba del oficial actual.”
El objetivo del Gobierno sería corregir el atraso cambiario que se produjo con una devaluación del 1% mensual contra una inflación del 3%. De esta forma se estimularán las exportaciones y se encarecería las importaciones.
Mariano Otálora, conductor de ¿Qué hacemos con los pesos? A24, señala que “de estas tres opciones, no están dadas las condiciones para la unificación del tipo de cambio.” Para poder llevar adelante esta recomposición sería necesario contar con una enorme cantidad de dólares, que justamente, es lo que escasea en las Reservas del Banco Central.
En tercer lugar está el crowling peg. Esto es la aceleración de la devaluación, pero progresiva y de manera controlada por el Banco Central. El riesgo de esta medida es la disparada inflacionaria. Otálora señala que “con una inflación del 3%, la devaluación debería estar entre 4 y 5% para empezar a recomponer las variables económicas y, conteniendo la inflación.”
Ferreres agrega que “los precios de electricidad, gas y nafta están atrasados y la contención se hizo en el 2021. A diferencia del 2002, la devaluación se había producido en un contexto con tarifas al día.” Es una situación complicada porque, según el economista, en el 2022 no hay espacio para seguir controlando la inflación a través del congelamiento de las tarifas.
Por otro lado, el crowling peg, necesita estar acompañado por una suba de las tasas. Actualmente las Lelics están en 38%, los plazos fijos más por debajo aún, y hay una inflación del 51%. Ferreres señala que “con esta tasa real tan negativa, las inversiones terminan en activos o monedas más atractivas. Veo unas tasa en el órden del 60%, con una inflación del 57%”.
“Veo un empalme y un reacomodamiento de las variables de forma tranquila y progresiva. No veo posible lo dicho por Guzmán, de la baja de inflación de 5% por año para el 2022. Pero tampoco veo una hiperinflación, sino más bien una inflación alta que será la consecuencia de todas la variables que deben corregirse”, concluye Ferreres.
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