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Pobreza: ¿dónde estamos y hacia dónde vamos?

10 OCT 2017 | Por Esteban Domecq* | A finales de septiembre se dio a conocer uno de los datos más esperados por parte del Gobierno en tiempos electorales: los indicadores sobre pobreza brindados por el INDEC. Con ellos podemos analizar el escenario actual y perfilar lo que continúa.

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El INDEC informó que la pobreza, durante el primer semestre del año, alcanzó al 28,6% del total de la población, reduciendo su alcance en 1,7 puntos porcentuales respecto al segundo semestre del año pasado y en 3,6 puntos respecto al nivel marcado en el segundo trimestre de 2016.

Sin embargo, ese 28,6% no se distribuye homogéneamente en la población, sino que, por el contrario, se identifica un
nivel de vulnerabilidad mayor en los rangos etarios más jóvenes. Entre los chicos de 0 a 14 años, la pobreza afecta al 42,5% del total, mientras que entre los adultos mayores de 65 años, solo el 6,4% vive bajo condiciones de pobreza. Por su parte, los jóvenes de entre 15 y 29 años que se encuentran por debajo de la línea de pobreza son el 34,6%, y la pobreza se reduce al 24,2% entre aquellos de entre 30 y 64 años. Este panorama enciende algu
nas señales de alerta sobre la política de protección social, fundamentalmente cuando se observa que la fuerza laboral del futuro está transcurriendo sus primeros años de vida con recursos que no le permiten desarrollar al máximo sus capacidades.

Una corta historia

En perspectiva temporal, el siguiente gráfico es lo suficientemente claro para describir la dinámica de la tasa de pobreza a lo largo de los últimos años.

Con el estallido de la crisis económica, política y social más severa de la historia argentina, el 60% de la población llegó a vivir en condiciones de pobreza. La caída del PBI, la destrucción del empleo y la inflación asociada al salto devaluatorio, repercutieron inmediatamente sobre los ingresos de las personas que pasaron a quedar por debajo de la línea de pobreza. Luego de este pico récord —y con un proceso de rápida recuperación económica, creación de empleo y actualización del poder adquisitivo de los ingresos–, la tasa de pobreza recorrió un claro y permanente proceso de disminución hasta el año 2011. A partir de 2012 la tasa se estancó en torno al 27,5% para saltar con la recesión de 2014 hasta el 32,7%. El primer dato de pobreza de la nueva gestión (correspondiente al segundo trimestre del año pasado) fue del 32,2%. A partir de allí retomó el sendero descendente, marcando registros similares a los de la última parte de 2011. Es decir que, en materia de pobreza, hemos regresado al “casillero 2011”, habiendo perdido 6 años y con la consigna de volver a empezar.

Una mirada regional

Es imprescindible (aunque no suficiente) una macroeconómica saludable. ¿Qué implica esto? Expansión de la economía, para generar cada año mayor riqueza; estabilidad en el proceso de crecimiento, tanto con respecto al nivel de precios como a la tasa de variación del producto; un mercado laboral dinámico, para asegurar que los beneficios del crecimiento se distribuyan entre el factor trabajo; y una política social fuerte, que complemente los ingresos de la porción de la población más vulnerable.

Al analizar la dinámica de la pobreza en contexto regional en los últimos diez años, encontramos que todos los países de la región pueden mostrar mejores resultados que la Argentina.

Debido a que cada medición está hecha en base a metodologías propias de cada país, no es correcto comparar las tasas de pobreza directamente entre ellos. Sin embargo, el dato relevante en este caso no es el de la tasa de pobreza sino la variación entre el año 2006 y el año 2016/2017. Centrando la atención allí, se identifica claramente que el resultado más decepcionante es el argentino: en los últimos 10 años hemos logrado reducir la pobreza en menos del 30%, mientras que países como Bolivia, Colombia y Paraguay lo han hecho entre un 35% y 41%.

Perspectivas
Un factor no menor ha sido el fuerte incremento del gasto en seguridad social mediante diferentes programas, como la reparación histórica y la pensión universal para los adultos mayores, la actualización del seguro de desempleo, la ampliación del alcance de las asignaciones familiares (en el caso de los monotributistas), la mayor cobertura de la AUH y la actualización de los montos y las escalas de las asignaciones familiares.

De acá en adelante, sin embargo, la política social no podrá continuar siendo el factor central de la reducción de la pobreza. Lograr un crecimiento económico estable y sostenido por varios años, continuar reduciendo la inflación y llevar a cabo las reformas necesarias para dinamizar el mercado laboral deberían ser los elementos esenciales para darle continuidad al proceso de reducción de la pobreza. Estimamos que para el final del mandato de Macri, la tasa puede haber caído hasta el 25% y perforar el 20% en el año 2023.

*Economista y Director de Invecq Consulting S.A.

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