La profundización de la caída en la actividad sigue siendo un indicador preocupante para el Gobierno, que continúa con el gran dilema: por un lado, los insostenibles niveles de presión tributaria que complican la inversión privada y, por el otro, un déficit fiscal que sigue creciendo y que hasta ahora sólo pudo calmar contrayendo deuda. Tanto la producción industrial (-6.4% interanual) como la actividad de la construcción (-19.6% en junio) siguen en caída libre y agravando el panorama, ya que representan dos de las actividades con más peso en el PBI y con mayor impacto en el empleo.
Si bien se aprobó la ley de beneficios para PyMEs, en donde se resaltan muchos ayudas fiscales, la mayoría de los empresarios encuentran en la falta de “trabajo” u órdenes de producción el principal problema, por lo que las reducciones de tasas impositivas o diferimientos fiscales hoy parecen no alcanzar como medida de reactivación inmediata. Mucho tendrá que ver cómo se implementen las líneas de financiamiento productivo, las que sí podrían ser un paliativo de corto plazo para el sector.
La gran apuesta, entonces, se centra en la ley de sinceramiento fiscal y la moratoria. Recordemos que este blanqueo representa el quinto lanzado en los últimos 30 años. Los dos últimos fueron uno en 2008, con muy poca aceptación (se recaudaron apenas cerca de 4 mil millones de dólares, con bajas tasas de recaudación impositiva), y otro en 2013, el último del kirchnerismo, que sólo logró recaudar la pálida suma de 2.590 millones de dólares, aun habiéndose prorrogado 9 veces, trimestralmente y sin tener que pagar impuesto ya que dicho blanqueo se hacía a tasa cero. ¿Por qué ahora podría tener mayor aceptación? Por los tratados de intercambio de información automática que firmaron más de 100 países a partir de 2017. Sin ir más lejos, Chile, el año pasado, logró recaudar 19 mil millones de dólares por esta vía, lo que también llevó a un aumento de la recaudación de 1.500 millones de dólares. De lograr una buena recaudación, que sería bien vista por encima de los 30 mil millones de dólares, se podría paliar el déficit fiscal, impulsar planes de financiamiento productivo y cerrar la reforma fiscal integral para el año próximo.
Mientras tanto, las inversiones financieras siguen dando que hablar, con la Bolsa de Comercio a la cabeza. Los créditos hipotecarios aumentan su oferta y requieren un minucioso análisis. Las carteras de inversión deben mutar y la gran pregunta sigue siendo: ¿pesos o dólares?
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Fuente Revista Cultura Invest
