jueves, abril 25, 2024

Las consecuencias económicas de las políticas de Sturzenegger

Por | José Castillo- Economista e Investigador de la UBA – Dirigente de Izquierda Socialista y del Frente de Izquierda

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El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, se ha revelado como el único y auténtico “super-ministro” de Economía.  No importan ya las políticas específicas que desplieguen los otros integrantes del gabinete económico: “tasa astronómica mata obra pública (y reactivación)”, parece ser la consigna.

Efectivamente, desde el Banco Central se plantea como único objetivo de política económica bajar la inflación hasta la “meta” auto-establecida arbitrariamente, en un rango de entre el 13 y el 17%. El planteo de Sturzenegger es clarísimo: todo lo demás debe subordinarse, así para lograrlo tenga incluso que liquidar cualquier atisbo de incipiente o mínima reactivación en curso. Pero lo peor es que, detrás de este objetivo, opera una concepción ideológica obtusa del presidente del Central: la visión estrecha de que “la inflación es un fenómeno estrictamente monetario”.  Detrás de este planteo monetarista se deriva entonces el único instrumento que pone en juego: la suba de la tasa de interés de referencia. Pero sucede, piense lo que piense el “super-ministro”, que la inflación no es justamente un “fenómeno estrictamente monetario”. La negativa a aceptar cualquier otra causa de inflación (las de costo, o “estructurales”, o las que provienen de factores externos) hace que no tenga como explicar que la tasa de inflación de 2016 haya sido superior al 40% o que la de este año ya acumule más del 6% en el primer trimestre (y en alza en los meses siguientes). No hay que ser muy detallista, basta mirar la realidad sin anteojeras ideológicas monetaristas: la inflación sube por el tarifazo y por las posiciones oligopólicas y monopólicas de algunos sectores (como lo “aprendieron” rápidamente los que intentaban dar cátedra de libertad de mercado con sus “precios transparentes”).

La super-tasa de interés no bajará la inflación, por lo menos por las causas que imagina Sturzenegger. Lo que provocará sí es un encarecimiento brutal del crédito que afectará directamente al consumo y la inversión, profundizando la recesión.  Y, además, seguirá promoviendo la entrada de capitales especulativos, que ingresan para hacer el carry-trade más atractivo del mundo (como el propio Dujovne lo reconoció y “promovió” en la reunión del FMI de la semana pasada). Si en algún momento la inflación se reduce, será a posteriori de una feroz recesión, tal como el médico que ha logrado bajar la fiebre matando al paciente

¿Cuáles serán las consecuencias en el mediano plazo? Una bicicleta financiera descomunal, promovida por una desregulación financiera que orilla lo delictivo, ya que se permite la libre entrada y salida de divisas sin ninguna restricciones de plazo de permanencia, se promueve tal liberalidad en la fijación de tasas de interés bancarias  que la suba de la rentabilidad de las Lebacs ni siquiera es seguida por el incremento del rendimiento de los plazos fijos y, por si todo eso fuera poco, encima se le reducen los encajes a los bancos para que tengan más fondos disponibles para entrar al juego especulativo.  Del otro lado, el Banco Central acumula un pasivo enorme, al borde de transformar en negativo su patrimonio neto, con sumas siderales que vencen cada 15 días. Y, por si todo esto fuera poco, el ingreso ficticio de divisas generado por el carry trade, sumado al “super-endeudamiento” oficial, plancha el tipo de cambio hasta llevarlo a valores relativos similares a los de diciembre de 2015. En síntesis: se está creando una bomba de tiempo descomunal: basta que en algún momento se revierta el ciclo de ingreso de capitales especulativos para que los vencimientos de deuda externa se tornen automáticamente impagables y los de deuda interna (en particular los lebacs) coloquen al Banco Central primero y al sistema bancario detrás, en una situación de virtual quiebra. Podríamos decir que “esta película ya la vimos”. Efectivamente, en 2001. O, más atrás en el tiempo, en los finales de la dictadura, desde marzo de 1981 hasta el default de agosto de 1982. Sturzenegger, de la historia de la política económica argentina, evidentemente no aprendió nada. Mientras la tormenta se avecina, hay grandes pulpos financieros de fiesta, y un pueblo trabajador que ve pulverizarse sus ingresos.

 

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